sábado, 6 de febrero de 2010

Lección número 1: Broncas sí, pero las justas.

Como ya os he dicho con anterioridad, este año estoy trabajando con un equipo Junior de primer año y está siendo un gran año para mi porque estoy aprendiendo muchas cosas de los chavales.

La primera lección que he aprendido es que las broncas habituales no sirven de nada. Los chavales se disgustan o cabrean, se desmotivan, y lo único que pretendes con esas broncas que es espabilar al grupo o conseguir centrar su atención en un objetivo acaba fracasando por el hecho de que no están orientados hacia el trabajo en su estado de ánimo.

Hasta este año no me solía cortar en las broncas, consideraba que si un chaval no estaba haciendo su trabajo había que darle voces, valiente subnormal estaba hecho...
Como siempre todo esto se basa en lo que uno va mamando a lo largo de su etapa de jugador, y la verdad que yo como jugador reaccionaba a las broncas, no me cabreaba simplemente me centraba. Y ese fue el principal error de todos, tratar de valorar a mis jugadores basándome en mi experiencia.

A lo largo de la temporada he ido viendo como fracasaba cada vez que intentaba sacar algo de ellos con broncas y voces, tanto en entrenos como en tiempos muertos en los partidos, incluso es posible que uno de los partidos perdidos fuera porque generé un cierto lazo de desmotivación en torno a los chavales por una bronca en un tiempo muerto en el que debía haber razonado y simplemente explilcado...

Ahora soy un entrenador más calmado y sobre todo dialogante, no considero que se deba abroncar más que cuando se cumplen las normas básicas de respeto dentro del equipo o haya jugadores que no sean honrados en su esfuerzo.

La enseñanza que he sacado de todo esto es que si un jugador no sabe o no le sale hacer algún gesto técnico o realizar un sistema correctamente la principal culpa no es suya, si no mia y de mis colegas anteriores que no hemos sabido transmitirselo.
Creo que es un aprendizaje muy importante para un entrenador, debería haberme dado cuenta con anterioridad pero posiblemente mi carácter terco me haya llevado a pensar que tenía la razón siempre.

Cabe destacar que además de los chavales me ha ayudado mucho a comprender esta situación la mano femenina de mi ayudante, una persona tan directa como inteligente y que con su personalidad paciente y reflexiva complementa perfectamente mi carácter y me hace caer en mis errores con cierta asiduidad.

La cabezonería no sirve de nada en un deporte donde cada año debemos aprender del resto de colegas y sobre todo de los jugadores, que no podemos olvidar son la base más importante de este deporte.

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